miércoles, 19 de diciembre de 2012

Las clases de religión católica, problema nacional

En un blog de Juan Pedro Serrano aparece la entrada titulada:

"¿Les resulta ofensivo este cartel?"

Que a continuación reproduzco porque refleja la realidad vivida en
la España franquista y también en la actualidad.

Publicado por: Juan Pedro Serrano el: 18 diciembre 2012


Éste es el cartel que el director del instituto ha obligado a
retirar a un compañero, por considerar que podía ofender a la
profesora de religión del centro.

El director asegura que no exigió su retirada sino que, puesto que
se había colgado en el tablón de la sala de profesores, habilitado a
tal efecto, solicitó que se considerara la conveniencia de no
mostrarlo, para que la profesora-catequista no se sintiera incómoda.
Sinceramente, ni me importa el motivo, ni la forma, me resulta
alarmante el fondo de la decisión.

Todavía recuerdo las inquisitoriales preguntas del maestro, cada
lunes por la mañana: ¿de qué color vestía el cura?, ¿quiénes eran
los monaguillos?, ¿al lado de quién te sentaste?, ¿de qué trató la
homilía? La asistencia a la misa del domingo era obligatoria. Para
comprobar si cumplíamos con el precepto, además de este
cuestionario, que aprendimos a sortear sin dificultad, el maestro
nombraba un vigilante, que se encargaba de anotar en un cuadernillo
los nombres de quienes hubieran faltado. Los castigos, siempre
humillantes, no eran moco de pavo. Pero no debía ofenderme.

Más tarde, en el instituto, la asistencia a clase de religión
también fue obligatoria. La actitud que observáramos en esta
asignatura influía notablemente en la nota de las otras. La opinión
del cura era siempre tenida muy en cuenta por el resto de
profesores. Pero no debía ofenderme.

También fue obligatoria la religión en Magisterio. El currículum de
lo que pompósamente se llamó "Formación del Profesorado de EGB",
incluía dos o tres horas semanales de adoctrinamiento. Debíamos
aprender a educar cristianamente a nuestros futuros alumnos, sin
tener en cuenta qué opinábamos o no al respecto, ni cuáles fueran
nuestras creencias. Pero no debía ofenderme.

En Sevilla, durante el servicio militar también fue obligatoria la
asistencia a misa los domingos. En traje de revista y perfectamente
formados, se nos conducía hasta la capilla del cuartel y se nos
obligaba a sentarnos, levantarnos, arrodillarnos y guardar absoluto
silencio, mientras el comandante castrense nos leía la cartilla. Los
últimos meses de mili, la asistencia a misa dejó de ser obligatoria.
A quienes decidíamos no asistir nos obligaban a realizar labores de
limpieza del cuartel. Era un castigo. Pero no debía ofenderme.

Durante los años que he trabajado en la enseñanza he tenido
experiencias de todo tipo y, para ser sincero, no recuerdo ninguna
gratificante, por lo que respecta a la enseñanza de la religión, o
los compañeros catequistas que he tenido.

Era director de un centro cuando se promulgó la orden que eliminaba
la obligatoriedad del crucifijo en las aulas. Y me tocó quitarlos.
Créanme, tuve que soportar lo que no está escrito. Pero debía ser
generoso y comprensivo con la otra parte y, en ningún caso,
ofenderme por lo que se me dijera.

Siendo jefe de estudios en otro centro, tuve que atemperar y
gestionar las protestas de algunos compañeros molestos por las
insinuaciones de la profesora de religión, que les recriminaba que
explicaran en su asignatura ciertos temas que ella consideraba
contrarios a la fe católica. Pero no debía ofenderme.

Como no debo ofenderme porque se me obligue a perder dos horas
semanales, entreteniendo a los alumnos que no optan por la Religión,
para que sus compañeros puedan asistir a dos horas de catequesis en
el instituto.

Hoy mismo me ha tocado sustituir a la profesora de Religión. Lo he
hecho en el aula que comparte con Educación Física, empapelada de
motivos y consignas religiosas. Pero no debo ofenderme.

Cada día, obispos homófobos y representantes de la jerarquía
eclesiástica se asoman a las pantallas de los telediarios y a las
páginas de los periódicos, tratando de imponernos (y parece que lo
conseguirán) sus delirantes teorías sobre la homosexualidad, el
matrimonio, la familia, o cualquier otro tema del que,
supuestamente, entienden muy poco, si nos atenemos a sus prácticas
(¡!). Pero no puedo ofenderme.

Debo soportar la ofensiva de la jerarquía católica en favor del
adoctrinamiento religioso en los centros públicos y su conchabeo con
el gobierno del Estado, para favorecer a los colegios concertados de
ideología católica en perjuicio de los públicos, laicos y gratuitos.
Pero no debo ofenderme, ni hacer nada por defender la opción contraria.

Ahora bien, este cartel es ofensivo y no debe colgarse en el
instituto, para que nadie se sienta agredido. Después de tantos años
soportando agresiones y ofensas, ¿debemos seguir renunciando a
expresar nuestra opinión, por miedo a molestar a quienes siempre nos
han ofendido?, ¿debemos permitir que se recorte también la libertad
de expresión? ¿No les parece que ya hemos soportado suficiente?

Fuente:
http://iessecundaria.wordpress.com/2012/12/18/les-resulta-ofensivo-este-cartel/

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WEB:
http://jerarquiacatolica.blogspot.com

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