Esta semana pasada he estado en la catedral de Sevilla, y he visto
oro y piedras preciosas en coronas de la virgen y en custodias que
avergüenzan a cualquier persona sensible.
Cuando he comentado con mis acompañantes, que esas riquezas en
tiempo de crisis, en donde millones de personas pasan apuros graves
para subsistir,deberían venderse, para ayudar a los que deben de
salir de sus viviendas, y no tienen medios para alimentarse ni
alimentar a sus hijos, me han respondido que sin esos patrimonios
inmensos de la iglesia, el cristianismo hoy hubiera desaparecido.
A lo que les he contestado, que yo ignoraba que creían que eran,
pero lo que si sabia seguro es que no eran cristianos, pues Cristo
dijo que de lo único que seríamos juzgados era: Que si tenía hambre
le habíamos dado de comer, si estaba desnudo le habíamos vestido, si
estaba enfermo, le habíamos cuidado, si era ignorante le habíamos
enseñado, si no tenia vivienda, le hubiéramos acogido en la nuestra,
pues todo lo que hiciéramos por los demás por el lo hacíamos.
También dijo que no atesoráramos riquezas, pues su reino no es de
este mundo y que es mucho más importante las personas que las cosas,
ya que las propiedades materiales, pasan pero las riquezas del
espíritu permanecen, por lo que la política del vaticano de atesorar
inmensas propiedades en todo el mundo, no son para mayor gloria de
Dios, sino para el beneficio de sacerdotes traidores al mensaje de
Amor de Cristo.
Y si gracias a esas riquezas escandalosas en edificios, palacios,
monasterios, basílicas y catedrales llenas de infinitas riquezas, el
cristianismo pervive , este cristianismo no merece pervivir e igual
que el becerro de oro, debe de ser derribado como hizo Moises y ese
dinero emplearlo como dijo Cristo, para ayudar a nuestros semejantes
que sufren en sus carnes, las crisis económicas, que nosotros mismos
construimos, por nuestra avaricia en atesorar riquezas.
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