martes, 14 de abril de 2015

El estado islámico y el estado vaticano tal para cual

Francisco primero el papa pobre, se atreve a denunciar al estado
islámico,cuando en la historia de las Iglesias mal llamadas
cristianas, tiene la misma o más grande suciedad asesina que los
musulmanes radicales.

Es que el sumo Pontífice católico no recuerda las matanzas de
Luteranos apoyadas por sus antepasados, para que Carlos V y su hijo
Felipe II arrasaran con sus ejércitos a los que como los anglicanos
se querían separar de la casa madre.

No es lo mismo o parecido lo que ocurre, con el Islam, que se matan
entre ellos e intentan acabar con todas las religiones que difieren
de sus ideas,tachándolas de infieles, con lo ocurrido con los mal
llamados cristianos, pues no siguen a Cristo, que se dejo matar
antes que matar, imponiendo a su falso dios, derribando los altares
de otros dioses, matando en todo el mundo, para imponer la cruz por
las armas.

Es que este jesuita, que juro, no ser papa y lo es, no tiene
conciencia, de la tranca que tiene en sus ojos y solo ve la paja en
el ojo ajeno.

Querido papa argentino, que prefieres hablar en italiano o latín
antes que en español, ¿Te avergüenzas de hablar español? por qué los
españoles impusimos la cruz por la fuerza en ese continente, pero no
te avergüenza haber traicionado al Maestro de Amor Cristo, por lo
que pides en las Naciones Unidas la guerra contra el Islam.

No estarías mejor callado, para que no se te vean las vergüenzas,
chapuzas, crímenes, corrupción, robos, engaños y la más grande
estafa al genero humano diciendo que eres vicario de dios en la
Tierra, con poder de perdonar o no pecados, que tienes las llaves del
cielo y proclamas el infierno eterno para los que piensan distinto a
ti ¿No te da vergüenza? no te da asco, ser tan hipócrita, y cometer
el mayor pecado de Lesa humanidad, en nombre de un falso dios y
pisoteando los derechos humanos.....

El Islam como el cristianismo, y el judaísmo son tres falsas
religiones que tienen que terminar, disolviéndose y dándose un
abrazo en la mística espiritual, que busca al verdadero Dios en su
interior, sin pisotear a los que no piensan como ellos.



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